viernes, 22 de junio de 2007

Ex-Yugoslavia

El día lunes (25 de junio) tomaré un avión con destino a la ciudad de Londres. Ahí pasaré tres semanas, durante las cuales espero no me extrañen demasiado. Estaré prácticamente muerto, pues haré visitas esporádicas a la internet, pero no pretendo destinarle demasiado tiempo (quizá en una o dos ocasiones).

De esas tres semanas, una la pasaré en Eslovenia. Espero que ninguno de ustedes tenga la misma reacción de cierta intendente de Gandhi al preguntarle por una guía de dicho país ("No, creo que no tenemos." (5 segundos después) "Y, ¿eso dónde queda?"). No tengo la más remota idea de por qué decidí visitar dicho lugar. Podría decir que las eslovenas tienen fama de ser mujeres bastante hermosas, pero creo que no incidió mucho en la decisión. Simplemente navegué por la red y llegué a una página de varios pueblos eslovenos. No tengo la más remota idea de su historia, de su cultura, de su lenguaje, de su economía... en fín, de nada. Creo que esa es la parte atractiva del asunto. Normalmente viajamos a lugares a los cuales tenemos cierta afinidad. Éste, definitivamente, no es el caso.

Debo aceptar que estuve tentado a visitar Salzburgo (por chocolates de Mozart) para tener un pretexto de cercanía para visitar, una vez más, Viena. Tampoco me pregunten por qué amo a esa ciudad, sólo podría contestar que por sus cafés y por cierto amor a primera vista. Después decidí buscar países, de preferencia al este de Europa, productores vinícolas. Austria seguía estando dentro, Hungría vino a mi mente de inmediato; pero, por alguna extraña razón, aunque quisiera conocer Budapest, no me atrajo en esta ocasión. Me topé, entonces, con Eslovenia.

Con una capital, Ljubljana, con menos de 500,000 habitantes, ya imaginarán el resto de los pueblos. Produce vinos, es desconocido, tiene influencia italiana y austro-húngara... mujeres hermosas (al menos eso dicen)... ¿qué podría sonar mejor? Algo, sin muchos fundamentos, me hizo suponer que sería más barato que otros lugares de Europa. Fue, básicamente, una decisión más pasional que racional.

Ire un par de días a Ljubljana, luego me desplazaré a un puñado de pueblos costeros: Piran, Izola y Koper (ni siquiera sé cómo pronunciar ninguno de esos nombres). Visitaré un par de grutas, un castillo, con suerte (si consigo rentar una bicicleta en alguno de esos pueblos) algunos viñedos... Después abandonaré Eslovenia por un sólo día para visitar Zagreb, la capital de Croacia. Espero que un día me dé tiempo suficiente para conocer ALGO de dicho lugar. Tampoco es muy grande, por lo que me mantengo positivo al respecto. Después de eso volveré, finalmente, a Londres, donde quizá me haga más falta el tiempo a pesar de tener 10 días.

No les ofrezco nada de Eslovenia pues, como dije, no tengo la más remota idea de nada, lo cual incluye el desconocimiento de cualquier tipo de "souvenirs" que ofrecer (aunque, quizá aunque lo supiera y pudieran pedírmelo, no les traería nada, ja). Lo único que sé sobre dicho país es que, a mediados de siglo, se juntaron en lo que después, hasta la época de Tito, sería llamado Yugoslavia y, recientemente, volviéronse a separar. Sé que producen vinos. Sé que colinda con Italia, Austria, Hungría y Croacia... Creo que es todo. Espero, sólo espero, poder contarles algo más al respecto a mi regreso.

domingo, 17 de junio de 2007

ocho

Éste es, en teoría, un juego. Digo "en teoría" pues me parece que hablar de uno mismo es cosa peligrosa. A pesar de ese riesgo, decidí intentar "jugar". He aquí mis, buenos o malos, ocho puntos descriptivos.


1. Me encantan aquellos placeres de la vida que requieren, no necesaria pero sí aconsejablemente, mayor estudio para su conocimiento y disfrute. Entiéndase por ello la cocina, los puros, el café y, especialmente, el vino. Esto me lleva a particularizar un segundo punto.

2. De un tiempo relativamente reciente a la fecha, por causas casi meramente aleatorias, he desarrollado una fascinación por el vino (tinto especialmente) que me ha llevado a pensar, más seriamente de lo que cualquiera de ustedes pueda suponer, en ir en un futuro cercano (terminando el ITAM sería una buena oportunidad) a Baja California a estudiar enología y a establecer, en un futuro no tan inmediato, unos viñedos y, obvia y consecuentemente, a fabricar vinos.

3. Me aburro rápidamente de lo que hago. Quizá por inquietud, quizá por mera desidia, no duro mucho tiempo en una misma cosa. Son pocas las cosas que me apasionan perpetuamente. ¿Signo de dinamismo y evolución o de simple inconstancia? Aún no lo sé, aunque me gusta pensar que es evolución. Incluso un libro, si siento que no estoy avanzando o que no está llegando a ningún lado, me aburre rápidamente.

4. Me siento, con relativa frecuencia, atrapado en un mundo que me desespera. Quizá me desespere mi familia por mero temor a terminar pareciéndome a ellos más de lo que quisiera: bromas malas y repetidas, pláticas sin sentido (esas ya las padecen quienes intentan hablar conmigo), comentarios absurdos, anécdotas conocidas contadas una y otra vez, ...

5. Me "hago pendejo", como me dijo alguien a quien quiero mucho hace poco. Me doy cuenta de más cosas de las que la gente cree, incluso cuando pretenden "pendejearme", pero me da exactamente igual. Sé que debo hacer cosas que no hago y pienso cosas que no digo. Una coraza de "excesiva bondad" me hace decir lo que los demás esperan escuchar. Espero, en verdad, cambiarlo pronto; aunque las consecuencias pueden ser muy negativas y me asusta.

6. Soy, básicamente, un miedoso. Es fácil confundirlo con hueva y con bondad; pero, aunque algunas veces se trata, efectivamente, de lo anterior, suelo evitar los conflictos por temor. ¿Temor a qué? A cualquier cosa. Al mero conflicto. A mi complejo de inferioridad-superioridad.

7. Soy un chillón. Muchos, probablemente, no me han visto llorar; pero, quienes me conocen de cerca y a profundidad, me ven berrear por cualquier cosa. Por suerte, creo, eso ha cambiado un poco últimamente.

8. (Para reducir la tensión en el ambiente) Me encanta la sopa de coditos con crema, mayonesa, cebolla, pimienta y jamón. Le he encontrado un gusto excesivo a mi licuado (originalmente parte de mi dieta, pero quizá haya llegado para quedarse) de pera, avena, miel y agua.


Isabel Zapata Morales ha acaparado a la mayoría de los lectores de mi blog que cuentan con un blog propio. Por ello encomiento a Carlos Martínez y a Nuria Valenzuela para continuar con esto y a cualquier lector esporádico que guste hacerlo.

NOTA: He titulado esta nota con el mismo nombre que le dio IZ como un tributo a su texto y por darle continuidad a todo esto.

Mal día

Hoy parece, sinceramente, ser un muy mal día.
La clínica Mayo, que no es una clínica patito, ha publicado los siguientes descubrimientos:
- Los huevos incrementan el colesterol en la sangre. Aunque esa, creo, no es novedad.
- Las nueces, de cualquier tipo (incluyendo los cacahuates, que no son propiamente nueces), ingeridas en pequeñas cantidades, pueden ayudar a disminuir el colesterol y a mejorar la salud cardiovascular.
- La canela ayuda a disminuir el azúcar en la sangre en personas diabéticas (supongo que en las no-diabéticas también) y puede llegar a presentar beneficios en los niveles de colesterol (aunque dos estudios distintos, donde varía la presentación de la canela -en polvo o extracto-, arrojan distintos resultados).
- Desmiente la teoría de que el ajo tiene los mismos beneficios.
Hasta ahora se preguntarán, con justa razón, ¿qué rayos vuelve a éste un mal día? Bueno, pues simple y sencillamente lo siguiente:
- El café, en especial si no es filtrado (osea si no es una cafetera eléctrica sino una de las llamadas french press o un espresso y similares), ¡incrementa el colesterol en la sangre!
Por un lado se presentan sus supuestos beneficios y ahora, por el otro, se incrementan sus supuestos efectos negativos. Yo, personalmente, prefiero quedarme con los beneficios.
Pero algo tenía que salvar el día y, ¡vaya que lo salva! Creo que es algo ya sabido, pero es bueno recordarlo, en especial en un día como éste.
- El vino tinto, gracias a una sustancia llamada reservatrol, elevan los niveles de lipoproteínas de alta densidad (el colesterol "bueno"), disminuye la presión sanguínea, inhibe la formación de cuágulos en la sangre y previene los daños arteriales causados por altos niveles de colesterol "malo".
Hagamos caso omiso de esas poco sabias palabras descalificando al café y brindemos por los abundantes beneficios del vino tinto.

viernes, 1 de junio de 2007

Anti-Social

No sé qué hago y no sé qué hacer. La vida no parece tener nuevas emociones. Podrá estar plagado de novedades, pero no de emociones. Nada es lo que llegó a ser. Todo ha perdido su sentido.

La gente me da asco, más allá del sentido literario, incluso físicamente. Vivo en un mundo sucio, plagado de hormonas grasosas, sucias, malolientes… Aún las personas a las que quiero me causan esa misma sensación. Yo debo bañarme cada mañana o, en caso contrario, quedarme en bata, en mi casa. Vestirme sin haberme bañado me da una sensación de suciedad incontrolable.

Día tras día me aburre más platicar con la mayoría de la gente. Mis padres me desesperan. Amigos me desesperan. Yo me desespero. Nadie sabe y nadie entiende nada. Todos presumen de hacerlo; pero, en realidad nadie me comprende, nadie se comprende, yo no me comprendo y yo no comprendo a nadie.

¿Por qué ha perdido todo su sentido? Porque los libros no tienen sabor, los cines no tienen cine, los teatros no tienen público. El sexo me aburre. Mi mente necesita perderse y volar, pero atada a algún pensamiento al cual perseguir. La mota carece de libertad, sólo brinda un confort momentáneo. El alcohol. Podría beber eternamente; pero, ¿qué sentido tendría eso? El ejercicio ayuda, sí, a desahogarse, mas no vislumbra un fin. Sólo tengo dos fieles compañeros: el café y la cocina.

Ver humear el café dentro de la taza es, por sí mismo, una delicia. No verlo (cuando un vaso de cartón con una tapa plástica lo impiden) permite redescubrir su sabor a cada trago. Imaginar los olores y los colores de la cocina es algo fuera de toda proporción. La desidia frustra mi motivación a cocinar; pero, la simple imagen en mi mente de todos esos ingredientes es una belleza. Yo, entonces, me resumo a esperar el momento en el que pueda degustar una de esas delicias supremas acompañada de una inigualable copa de vino (tinto, sobra decirlo).

He vuelto a aquellas etapas de mi vida en las que simplemente sueño vivir apartado del mundo. Una cabaña de un solo cuarto, con una terraza o un pórtico, en un bosque, frente a un lago, cerca de un pueblo tranquilo donde un pueda abastecerse, suele ser una opción recurrente. Escribir, perder el tiempo soñando, perder el tiempo viendo, perder el tiempo pensando, perder el tiempo, preparar café, cocinar, ¿qué más haría falta? Un poco de música clásica tal vez.

Alejarse del mundo y dejar al mundo en paz. Eso es lo que hay que hacer.