El día de hoy tuve que madrugar para cumplir con la absurda costumbre de mi familia de llevar a quien sea que salga de viaje al aeropuerto. Aún si sólo se ausenta por uno o dos días hay que ir a la mentada terminal aeronáutica para acompañarl@ y despedirl@. Por mucho tiempo defendí la costumbre mas debo admitir que carece de sentido. En fin, mi madre quizo llevar a mi hermana a las 4:30 a.m. y la acompañé...
Voy al punto de todo esto. De ida no hubo mucho problema, las calles semi-desiertas y llegamos en quince minutos (iba manejando yo, si no hubieramos llegado en media hora). El regreso... eran 5:40 a.m. y el Viaducto ya venía bastante cargado. ¿No es reflejo eso de que algo está ligeramente mal planeado en esta ciudad? Al rato no va a haber ni un momento del día o de la noche en que no haya gente estacionada en las avenidas esperando llegar a algún lado. Tendremos que salir desde el día anterior para llegar al centro o al aeropuerto o a cualquier otro lado.
Gente que maneja mal, calles mal planeadas, personas que se estacionan donde o hacen lo que se les da la gana, automóviles que se regalan hasta en las paletas del maguito regordete... ¿Qué hacer ante eso? Facilmente podemos decir que hace falta un mejor sistema de transporte público. La verdad es que, aunque nosotros digamos que sí lo haríamos, la mayor parte de la gente que está acostumbrada a usar su auto no se inclinaría por el transporte público por más radical que fuera el cambio en un futuro cercano. Varios años se necesitarían para modificar la cultura de transporte citadina. ¿Más segundos pisos? A mi me encanta el segundo piso, pero soluciona el problema en una parte de la ciudad y por un tiempo limitado, lo que no representa una solución real.
Creo que estamos destinados, al menos en los próximos años, a hacer coraje tras coraje al salir a la calle, a armarnos de paciencia antes de subir al auto y a salir un minuto antes cada día por los siglos de los siglos.