Mi corazón explotó y arrojó mi razón hacia un rincón húmedo y sombrío, desde donde observa impoluta e incierta lo que sucede. Sabe que está bien, que así debe ser, aunque le desconcierta representar el papel de un espectador.
Sábado, domingo y lunes... mismas sensaciones: teatro, vino y cine. El miércoles ganando una botella de whisky blaugrana, buscando esos Papeles Inesperados y recorriendo calles aledañas, contagiado de emoción. Apasionado por un balón, un solo gol, más vino y la compañía idónea el jueves. Un largo trayecto el viernes y un sábado durmiendo en el cine, antes de sumergirme en aquel bunker para emerger al filo de la media noche.
Ojalá hubiera más semanas como esta.