Me enteré, en horarios de trabajo, de la trágica muerte de Colmillo. Miren que atropellar a un perro y escapar...
No es difícil recordarlo echado junto a la puerta principal, dormido, ignorando al mundo. Me hubiera gustado hacer lo mismo en algunos momentos.
A veces, cuando nos sentábamos en la escalera de la entrada, ahí estaba él. Casi nunca quería amigar pero, dentro de lo que cabe y gracias a IZ, creo que le caíamos bien. Acariciarlo dejaba las manos sucias y olorosas, pero aún así era algo que había que hacer. Era, objetivamente, un perro muy bonito.
Iba y venía como quería. Por años fue el emblema del ITAM. Me siento afortunado, realmente, de haberlo visto casi cada día durante los años que ahí estuve.
Imaginarlo sufriendo hasta que llegó al lugar donde lo "dormirían" es difícil. Puede sonar exagerado pero, lo confieso, estuve (aún estoy, un poco) al borde del llanto.
2 de junio de 2009 - Requiem in Pacem: Colmillo