Hoy, viendo la tele mientras comía, me enteré de la propuesta de crear una ley para regular los espacios y tiempos para las marchas en la Ciudad de México. En primera instancia uno puede celebrar que alguien haga un nuevo intento - seguro no es el primero- por corregir la por demás conocida conflictividad causada por tales manifestaciones. Hace falta hacer algo al respecto desde hace mucho tiempo. Obviamente existen las barreras de grupos de interés, de incentivos perversos entre poderes y demás, lo cual no simplifica las cosas, por algo no se ha hecho nada en años.
Sin embargo, si uno lo piensa mejor - al menos cuando yo lo pensé mejor- se da cuenta de que esto puede generar efectos no deseados. Imaginemos que se acaban las manifestaciones o que éstas se limitan a un día al mes (invento enteramente). ¿Qué pasa con las demandas legítimas que decidían, ante la desesperación, sacar sus protestas a la calle? No todas las marchas y manifestaciones responden a acarreos políticos. Algunas tienen una razón de ser más justificada, aceptada o no. Las instituciones no dan respuesta a las demandas sociales o, al menos, no tan rapidamente como debieran. Si se desaparecen esas pequeñas marquesinas de la ineficacia gubernamental, ¿qué incentiva a las autoridades a corregir el funcionamiento de las mismas?
Sólo un cuestionamiento brevísimo. Mientras tanto preparen un chocolate caliente para estas tardes gélidas: taza y media de agua (de la taza que vayan a usar), una tablilla de chocolate (abuelita, ibarra o, más recomendado, mayordomo) y, cuando se haya derretido el chocolate en el agua, tres clavos y uno o dos chilitos secos (yo usé chiltepín, más picante). Dejen hervir un rato, hasta que espese un poco y ¡listo! Disfrute.