Mi hermana hizo, hace unos días, una visita fugaz a la isla de Cuba. Unicamente estaría ahí un par de días, con la mitad de ese tiempo ocupado por actividades pre-agendadas. De cualquier manera, una petición "indirecta" de que me trajera unos puros fue cumplida. Lo curioso de esta anécdota no me consta directamente; sin embargo, intentaré recrearla según la narración de mi hermana.
Llega mi hermana a cenar, acompañada de mi tío, a un restaurante bastante elegante, en la zona de embajadas, a donde fueron llevados por el individuo que los conducía de un lado a otro. Frente a dicho establecimiento vieron una tabaquería y aprovecharon (para mi fortuna) para comprar unos puros.
Comienza mi hermana a enlistar las marcas de Habanos que le había yo mandado en un mensajito. El individuo, amablemente, le va proveyendo los puros que ella le indica.
- Por Larrañaga - dice mi hermana.
- Ese es un puro ¿¿?? - entiende ella a medias.
- Sí, sí. No importa. Deme uno.
- No. Ese puro es ¿¿??. No lo vendo. - le contesta nuevamente.
- ¿Por qué no? Sólo quiero uno.
- Yo sólo vendo puros finos - contesta él tajantemente.
- Lo que pasa es que esa es una marca para el pueblo - interviene el guía.
Después de este malentendido, prosigue leyendole las demás marcas.
- Ramón Allones - lee.
- ¡Ah! Quien le pidió eso, ¡sí sabe de puros! - responde él orgullosamente.
No hay más que contar. Si supiera que los pidió un mismo individuo... ¿Por qué el desprecio a marcas poco comercializadas pero de buena calidad?