Plinio (VIII, 32) cuenta que en los confines de Etiopía, no lejos de las fuentes del Nilo, habita el Catoblepas. "Fiera de tamaño mediano y de andar perezoso. La cabeza es notablemente pesada y al animal le da mucho trabajo llevarla; siempre se inclina hacia la tierra. Si no fuera por esta circunstancia, el Catoblepas acabaría con el género humano, porque todo hombre que le ve los ojos, cae muerto".
Catoblepas, en griego, quiere decir "que mira hacia abajo". Cuvier ha sugerido que el "gnu" (contaminado por el basilisco y por las gorgonas) inspiró a los antiguos el Catoblepas. En el final de la Tentación de San Antonio se lee:
"El Catoblepas, búfalo negro, con una cabeza de cerdo que cae hasta el suelo, unida a las espaldas por un cuello delgado, largo y flojo como un intestino vaciado. Está aplastado en el fango, y sus patas desaparecen bajo la enorme melena de pelos duros que le cubren la cara. -Grueso, melancólico, hosco, no hago otra cosa que sentir bajo el vientre el calor del fango. Mi cráneo es tan pesado que me es imposible llevarlo. Lo enrollo alrededor de mí, lentamente; y, con las mandíbulas entreabiertas, arranco con la lengua las hierbas venenosas humedecidas por mi aliento. Una vez, me devoré las patas sin advertirlo. -Nadie, Antonio, ha visto mis ojos, o quienes los vieron han muerto. Si levantara mis párpados rosados e hinchados te morirías enseguida".
Manual de Zoología Fantástica. J.L. Borges.
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