"Nunca sentí tanto miedo... pero el miedo es por naturaleza algo inherente al futuro,
no un sentimiento sino un pre-sentimiento [...]"
Agustín Goenaga "La Frase Negra"
Después de casi seis meses uno se da cuenta que no hay a qué tener miedo. No pasa nada. La vida es la misma pinche vida que antes. Ni mejor ni peor, sólo, en todo caso, más pinche. La soledad nos invade continuamente, pero siempre hemos estado sólos, simplemente mejor acompañados en ese vacío. Nada de lo que hagamos cambiará eso. Al hablar no diremos nada, nada relevante al menos. Cuando debemos decir algo dejamos de decirlo, para no hacerlo jamás. Si lo analizamos minuciosamente, todo lo que hacemos carece de sentido, de un sentido último. Poco de lo que hagamos, si no nada, trascenderá.
No es una razón de alarma ni un gatillo de depresión. Simplemente es. Eventualmente llega el momento, supongo, en que todos nos damos cuenta. Pocas veces encontraremos placer (no sólo diversión o disfrute, sino verdadero placer) en una conversación casual y espontanea, en un partido de futbol, en la sonrisa de una persona. Cuando eso pasa no hay que demeritarlo. Los mayores placeres, en mi caso, son aquellos pequeños placeres sensoriales: el color y el olor de la comida al ser preparada, los sabores y la textura al comerla, los olores de un vino (genericamente) , de un puro, la piel tersa y suave de una mujer, las notas altas de un canto y de la música. Les acompaña el placer de imaginar y debrayar, ya sea producto de leer o simplemente de soñar despierto. Quizá omita cosas en esta lista, pero da una buena idea.
Uno vive siempre con miedo, aunque no exista, en realidad, razón alguna para temer. ¿El dolor? Siempre habrá quien sufra más que nosotros y quien se queje menos. ¿La muerte? Siempre habrá de llegar. ¿El desengaño? Temeríamos a la vida misma.
El miedo quedó de lado. La tristeza se alimenta de recuerdos, al igual que la felicidad. Sólo hay que decidir a quién alimentamos. Yo he decidido donarlos a esta última. La nostalgia seguirá, pero él está, por suerte y gracias a él, en todo lo que soy, no en lo que no soy.
4 comentarios:
:)
Hablas con la verdad, no es miedo. Para mí, es simplemente un agujero negro en el pecho, tan agujero y tan negro que los murciélagos han hecho ahí su nido. Pero ese nido es muy mío, y vivo en el intento de que no se apodere del resto de mi vida. A veces temo no lograrlo, pero creo que lo voy haciendo.
Y bueno... simpre hay personas que se cruzan por la vida y le dan sentido con ese pasar. Definitivamente, de eso es de lo que hay que agarrarse. Yo, por mi parte, lo haré.
Lo bueno es lo que nos hace dignos, Memi. A tí te hace digno aferrarte a lo bueno, a lo que él te dejó. Abrazo, de los más sinceros que suelo dar. A un amigo, además.
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