Conviene actualizar, al menos cada cinco años, la lista de cosas por las que merece la pena vivir a la que acude Woody Allen en su clásico Manhattan. A efectos prácticos, sin embargo, el plantel de excelencias a que podemos recurrir, inspirados por el director neoyorquino (convertida casi toda su obra en una de esas razones por las que muchos hemos llegado a bastantes otoños), parecería incompleto. En mi caso, no siempre el lieder Beim Schlafengehen, de Richard Straus, interpretado por Kiri Te Kanawa, que ahora mismo suena en mi aparato reproductor (hi-fi, concretamente), sirve para hacer que uno pase un buen rato. Que es, en definitiva, lo que a las siete de la tarde de un día oscuro le pedimos a ese pedazo de mierda con incrustaciones de diamantes que puede ser la vida.
Maruja Torres
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