viernes, 1 de junio de 2007

Anti-Social

No sé qué hago y no sé qué hacer. La vida no parece tener nuevas emociones. Podrá estar plagado de novedades, pero no de emociones. Nada es lo que llegó a ser. Todo ha perdido su sentido.

La gente me da asco, más allá del sentido literario, incluso físicamente. Vivo en un mundo sucio, plagado de hormonas grasosas, sucias, malolientes… Aún las personas a las que quiero me causan esa misma sensación. Yo debo bañarme cada mañana o, en caso contrario, quedarme en bata, en mi casa. Vestirme sin haberme bañado me da una sensación de suciedad incontrolable.

Día tras día me aburre más platicar con la mayoría de la gente. Mis padres me desesperan. Amigos me desesperan. Yo me desespero. Nadie sabe y nadie entiende nada. Todos presumen de hacerlo; pero, en realidad nadie me comprende, nadie se comprende, yo no me comprendo y yo no comprendo a nadie.

¿Por qué ha perdido todo su sentido? Porque los libros no tienen sabor, los cines no tienen cine, los teatros no tienen público. El sexo me aburre. Mi mente necesita perderse y volar, pero atada a algún pensamiento al cual perseguir. La mota carece de libertad, sólo brinda un confort momentáneo. El alcohol. Podría beber eternamente; pero, ¿qué sentido tendría eso? El ejercicio ayuda, sí, a desahogarse, mas no vislumbra un fin. Sólo tengo dos fieles compañeros: el café y la cocina.

Ver humear el café dentro de la taza es, por sí mismo, una delicia. No verlo (cuando un vaso de cartón con una tapa plástica lo impiden) permite redescubrir su sabor a cada trago. Imaginar los olores y los colores de la cocina es algo fuera de toda proporción. La desidia frustra mi motivación a cocinar; pero, la simple imagen en mi mente de todos esos ingredientes es una belleza. Yo, entonces, me resumo a esperar el momento en el que pueda degustar una de esas delicias supremas acompañada de una inigualable copa de vino (tinto, sobra decirlo).

He vuelto a aquellas etapas de mi vida en las que simplemente sueño vivir apartado del mundo. Una cabaña de un solo cuarto, con una terraza o un pórtico, en un bosque, frente a un lago, cerca de un pueblo tranquilo donde un pueda abastecerse, suele ser una opción recurrente. Escribir, perder el tiempo soñando, perder el tiempo viendo, perder el tiempo pensando, perder el tiempo, preparar café, cocinar, ¿qué más haría falta? Un poco de música clásica tal vez.

Alejarse del mundo y dejar al mundo en paz. Eso es lo que hay que hacer.