martes, 5 de agosto de 2008

Dolly

Gracias a esa maldita tormenta tropical que nos pasó por arriba no pudimos ir a ver al tiburón ballena. Llegamos a Holbox y, justo en el momento en que desembarcamos, nos avisaron que el puerto se cerraría por, al menos, dos días. ¿Qué hacer: regresar a tierra firme y manejar otras tres horas de vuelta a Cancún o quedarnos ahí, encerrados en el hotel? Si regresabamos por carretera, seguramente, nos tocaría la tormenta a lo largo y ancho de la carretera. Decidimos (decidí, pues yo iba manejando) quedarnos. La lluvia no estuvo tan terrible como imaginamos, entonces pudimos correr en momentos estratégicos a comer algo, a un cafecito y de vuelta al hotel. Las calles de arena estaban, eso sí, enteramente encharcadas, por no decir inundadas. Por la noche incluso tuvimos tiempo suficiente de fumar un puro en la playa.

La mañana siguiente no estuvo tan mal. Pudimos nadar un rato en el mar con bastante sol. Pasado el medio día decidí que era hora de cruzar para emprender nuestro camino de regreso. Ya que todo indicaba que, al día siguiente, permanecería cerrado el puerto para salir a mar abierto, no tenía caso quedarnos. Encontramos un atajo carretero hacia Cancún, por lo que hicimos dos horas en lugar de tres. Al entrar en Cancún nos tocó un aguacero de aquellos... donde no se puede ver ni los limpiaparabrisas. ¡Vaya sorpresa que nos llevamos al enterarnos que, en el hotel de Cancún, no habían permitido a los huespedes salir de sus cuartos y no había parado de llover hasta el momento en que llegamos! Nosotros quejándonos de Holbox...

Varias personas, incluidos mi tío y mi hermana, nos llamaron preocupados porque, supuestamente, en los noticieros se decía que Holbox había sido desalojado. Puras patrañas, como siempre en los malditos noticiarios. Que suerte que huímos de Cancún esos dos días. Al menos pudimos salir de nuestro cuarto y nadar un rato...

Así las cosas, me voy a Ensenada.

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